Los árboles, otra manera de entender la muerte.-


Aunque realmente existan muchos árboles que no contengan la muerte programada en su legado genético, eso no quiere decir que no puedan morir. No es lo mismo ser inmortal que ser indestructible. Ellos no mueren bajo una cronología de eventos o procesos que sean análogos a aquellos que definen el ciclo de vida animal. Los árboles pueden poseer distintos tipos de edades completamente disociadas entre sí.

¿Es la muerte la condición de todos los seres vivos?

La muerte es una transición de la materia, es el límite de una forma animada que agota sus fronteras y se colapsa sobre sí misma, el tiempo es la última barrera que muchas formas no pueden traspasar. 

Desde la concepción, el tiempo y la materia se erosionan en la cronología de un ciclo que llegará a su culminación, la vida se desmorona y se convierte en materia que ya no escoge, regresamos a nuestro estado material original.

Nuestra forma está cerrada en la prisión organísmica de nuestra condición evolutiva… de nuestra individualidad…somos únicos e irrepetibles. La locomoción es el candado que nos niega volver a empezar la vida a partir de nuestro cuerpo, duplicarnos o derivarnos, y huir del cascarón viejo que el tiempo le entrega a la muerte.

Toda forma cerrada perecerá a una muerte escrita en sus genes. Sin embargo hay vida que no tiene una forma definida. Dentro de nuestra escala sensorial tendemos a antropomorfizar las cosas para poder explicarlas en nuestros términos culturales. 

Pero las plantas no son así. No tienen pies ni cabeza, ni brazos ni ojos. Su forma se sale de nuestros términos lingüísticos y culturales. Su forma rara vez está cerrada a la letalidad del monocarpismo, es decir, las plantas que mueren después de dar su única floración. El sexo contiene la tinta que mancha desastrosamente las cláusulas que contienen el secreto de la inmortalidad. La vida animal ya las ha olvidado para siempre, pero muchas plantas aún pueden leerlas a contra luz.

Sus órganos se encuentran a lo largo de todo su cuerpo… de su forma
Se derivan a sí mismas en forma de ramas o clones reiterados.  Son únicas, pero si son repetibles.
Casi siempre existen rutas alternas. Cada yema es la reiteración de un patrón complejo de ramificación que explora las posibilidades económicas del espacio que la contiene. Ver La dimensión fractal de los árboles.

Son individuos y son colonias al mismo tiempo Son uno y son muchos al mismo tiempo. Son algo que jamás podremos definir…

Sus formas son segmentadas o en módulos que se encadenan o se empalman en caprichosas arquitecturas que aparentemente les construyen siluetas. Sin embargo su silueta cambia, es dinámica. En la materia viviente hay una condición, transformarte a ti mismo antes de que el tiempo te erosione, porque ni siquiera los continentes escapan a la destrucción.

La arquitectura es producto de la sinergia entre las posibilidades físicas de la materia  y las necesidades biológicas de los seres vivos. Sin la arquitectura, la simple morfología no tendría sentido… tres órganos que a veces son dos: Hojas, tallos y raíces, definitivamente no son suficientes para explicar las leyes construccionales de una planta. Los secretos de la inmortalidad vegetal se encuentran precisamente en su plasticidad arquitectural.

La muerte compartimentada

La mayoría de los árboles y plantas ramificadas, responden a estrategias construccionales que se basan en la autocolonización de una plántula que comienza siendo independiente. Cada ramilla posee las características morfológicas y anatómicas de una planta herbácea, aunque conforme avanza la diferenciación de sus tejidos y órganos, pasa a empalmarse a una estructura arbustiva, luego a una frutescente y por último a una arborescente, esto según el potencial de cada especie. 

Estas características construccionales de las plantas, ya las había estudiado Johann Wolfgang Von Goethe en 1790, quien es considerado el padre de la morfología vegetal. El notó que gran cantidad de plantas ramificadas, estaban organizadas colonialmente y que muchas de sus ramas, experimentaban una metamorfosis transitoria de su estado unitario y subordinado por otros caracteres jerarquizados de la planta, para posteriormente integrarse a una emancipación que le daría su propia autonomía, conformando así cada rama, un complejo colonial. Sus estudios fueron publicados en un libro llamado La metamorfosis de las plantas. Posteriormente estos estudios fueron retomados por el botánico Claude Edelin, de la Universidad de Montpellier, quien en conjunto con otros investigadores del tema de la arquitectura arbórea, describieron este mecanismo de la construcción arquitectural de las plantas, denominado Metamorfosis arquitectural.

La mayoría de las plantas poseen una estructura basada en sistemas jerárquicos que posteriormente se integran a una agregación de múltiples jerarquías llamadas poliarquías. Aun así, cada punto de transición entre tronco y rama, de alguna manera es poliárquica, aunque se encuentre ubicada dentro de un módulo de crecimiento jerárquico. De esta forma, la mayoría de los árboles, poseen a nivel arquitectural una identidad morfológica que se construye e incluso se deconstruye (reproducción asexual, apomixis, reiteración) a través de unidades disociables.

De esta manera, los árboles siendo organismos asociados pero disociables entre sí, se encuentran fusionados y compartiendo una estructura fisiológica que corre a lo largo de todas sus partes. Sin embargo, estas estructuras se componen de compartimentos sutiles, cuya función es aislar una zona enferma, muerta o  dañada de los tejidos vivos. Esta zona reacciona depositando una serie de barreras químicas que interpondrán una delimitación entre los tejidos sanos, y los muertos. A este proceso se le conoce como Compartimentación, y es el que impide que un daño mate a toda la planta, sino que solo morirá la zona dañada.

La mayoría de las plantas están fisiológicamente compartimentadas, es decir poseen puertas o compartimentos que definen y zonifican los límites vasculares que enlazan a una comunidad de ramas individuales interconectadas de manera seccionada a sus troncos, y el resto de la entidad.

A continuación dos escenarios de muerte zonificada en árbol.

A: Cuando una rama que crece por la actividad de sus meristemos apicales rebasa los límites físicos que su economía interna puede satisfacer, los costes de transporte de sustancias vitales se vuelven tan altos que pronto el sistema económico que compone a la rama se colapsa, la acumulación de tensión en los tejidos que se resisten a la gravedad, pronto sucumbe ante un desgarre masivo que la despojará de su dominio aéreo, y la mandará a la penumbra húmeda del reino del suelo, donde hambrientos hongos la devorarán.

B: Si la rama no sucumbe ante las funestas leyes de la física, el desbalance económico de la rama como sistema independiente al del tronco, comenzará su deleción o decadencia,  el sistema principal, o tronco de la planta continuará creciendo a su ritmo, mientras la rama se des sincronizará a un ritmo de crecimiento mucho menor. Entonces el tronco comenzará a crecer alrededor de la rama, conmprimiéndola cada vez con mayor fuerza. Si este sigue creciendo y la rama no recupera su ritmo de crecimiento, pronto el árbol la matará. Así sucede, el sistema decide que sección ya no contribuye a la economía que conforma la entidad, y pronto comienza una competencia entre las ramas por ganar el derecho a asimilarse en la estructura definitiva del árbol. Sólo las ramas exitosas se emancipan en una metamorfosis que las fusiona al tronco.

La sucesión biológica del sistema ramificado o caulinar, consiste en remplazarse a sí mismos con caracteres auto similares, que interceptan puntos de transición entre zonas débiles del sistema y puntos estratégicos para la reconstrucción, para la reiteración adaptativa, sustituir partes viejas con partes nuevas que actualizan las necesidades temporales del árbol.
Entonces, en un árbol la muerte de una rama no pone en peligro al sistema, debido a que este se compartimenta y forma una barrera que disocia la parte sana del organismo con la parte muerta, enferma o moribunda.

Aunque realmente existan muchos árboles que no contengan la muerte programada en su legado genético, eso no quiere decir que no puedan morir. No es lo mismo ser inmortal que ser indestructible. Ellos no mueren bajo una cronología de eventos o procesos que sean análogos a aquellos que definen el ciclo de vida animal. Los árboles pueden poseer distintos tipos de edades completamente disociadas entre sí.

El envejecimiento cronológico en realidad no conlleva una serie de eventos identificados como los que el ser humano reconoce para su propia especie. En los árboles, el tiempo no es sinónimo de envejecimiento, simplemente representa la funda de la memoria de todos los eventos del pasado hasta el presente, sin que esto conlleve a un proceso de envejecimiento análogo al humano. Debemos des humanizar a los árboles y desanimalizarlos. Sus procesos ontogénicos (desarrollo) no poseen paralelismos con los nuestros. No tienen una edad niño, adolescente, adulto o viejo, debemos escapar de nuestra dimensión y sumergirnos en la suya.

Tener 2000 años, no quiere decir ser viejo en la dimensión del árbol, en ese tiempo el organismo original ya ha desaparecido en múltiples ocasiones por la superposición de capas nuevas, como camisas que los brotes ponen encima a toda la estructura a medida que los nuevos crecimientos empalman a los viejos, lo cual revela la identidad del usurpador que enmascara los viejos anillos  de la madera, quien antes de envejecer renació y se envolvió hacia el exterior. Así gradualmente un nuevo estrato va aplastando a los viejos… los que están más al interior han muerto, petrificados en venenoso duramen o digeridos por voraces hongos xilófagos.

Las edades de los árboles

Es difícil establecer los términos en los que se debería medir la edad de los árboles. Lamentablemente nuestra condición cultural y temporal les suelen asignar una interpretación antropomorfizada de sus etapas de desarrollo. Es decir, solemos equiparar al árbol “joven” a un niño, el árbol juvenil a un adolescente, el árbol maduro a una persona adulta y el árbol senescente a un adulto de la tercera edad. La realidad es que por su compleja arquitectura el árbol pasa de ser una plántula a un gran individuo, a través de la iteración de los patrones que definen diferentes sucesiones estructurales que finalmente se convierten en las reglas operacionales de sus meristemos al momento de edificar la condición arquitectural de una especie en estrecha sinergia con su medio ambiente.

Debido a esto, se deben abandonar los modelos que antropomorfizan la ontogenia del árbol y descifrar  los verdaderos sucesos que ocurren a lo largo de la vida de un árbol. Uno de los principales problemas para identificar la edad de un árbol, es que este está compuesto por entidades embrionarias que se reproducen en diferentes escalas  “jóvenes” dentro de todo el complejo de ramificaciones y reiterados.

Edad cronológica: Los seres humanos y muchos animales vertebrados poseen una relación temporal entre los cambios ontogénicos (desarrollo) y una línea de tiempo que la utilizamos para definir los cambios que este organismo habrá sufrido a lo largo de esa cronología. Así nos definimos desde bebés, niños, adolescentes, adultos jóvenes, adultos maduros, adultos mayores y viejos.  Asumimos que un niño deja de serlo cuando alcanza la madurez sexual.

¿Pero esto es así en los árboles?... Muchas especies de árboles pueden expresar su sexualidad desde una edad muy temprana (desde el primer año), condición conocida como Neotenia. Otros pueden tardar muchas décadas en manifestar su sexualidad. Por lo que difícilmente se podría decir que existe una relación paralela a la nuestra entre nuestra madurez y la del árbol. Por otro lado el árbol siempre posee órganos embrionarios, capaces de manifestar las mismas estructuras que lo harían desde la semilla.

Además, existen árboles que a pesar de tener hasta dos milenios de edad en la escala cronológica, por ejemplo, mantienen la condición y el vigor de árboles plenamente “jóvenes”. La edad cronológica en un árbol no indica una relación paralela con los procesos ontogénicos que definen nuestras etapas,  el árbol simplemente es un organismo con un potencial de repetirse así mismo a lo largo del tiempo, en lo que podría ser un sistema de auto-colonización, en donde cada parte generada, se repite dentro de la estructura como si naciera un árbol nuevo desde semilla (reiteración) y esto puede hacerse de manera indefinida.

Edad fisiológica: Normalmente en los seres humanos se espera que se culminen los procesos ontogénicos de su organismo, tras lo cual vendrá una descomposición y un colapso gradual de la capacidad fisiológica del organismo. Esto se encuentra en nuestros genes,  y aun cuando la expresión de estos es regulada por factores tanto endógenos (intrínsecos al genoma del organismo) como exógenos (ambientales), la sinergia entre estos procesos de desfase fisiológico, genético, etc, finalmente apalancarán el desequilibrio interno que compone al organismo, por lo que el colapso y la muerte llegarán en un momento dado.

Si bien los árboles también son capaces de sufrir procesos similares, muchas especies no llevan los genes que determinan la muerte del individuo, por lo que son las condiciones medio ambientales las que finalmente llevarán a este organismo al colapso. Si bien los árboles son potencialmente inmortales, no son indestructibles, la muerte puede llegar por la descomposición fisiológica del árbol, si el ambiente cambia drásticamente sus condiciones y el árbol no es capaz de acoplarse a estos cambios morirá.  La muerte de un árbol, normalmente la llevan a cabo insectos y patógenos, incluso algunos de los cuales vivieron de manera benéfica o simbiótica por mucho tiempo en el árbol. Se sabe que los insectos son capaces de percibir zonas fisiológicamente débiles dentro de la estructura del árbol, e incluso detectan los cambios de frecuencia de la actividad eléctrica que llevan a cabo los procesos fisiológicos en estas regiones, por lo cual ellos eligen infectar o atacar casi siempre en estas zonas.

Edad ontogénica: La ontogenia en el árbol es un proceso que difícilmente tiene que ver con el tiempo o con los procesos únicamente fisiológicos. La expresión de cambios morfológicos de tipo arquitectural son procesos que definirán mucho más la complejidad ontogénica de los árboles. Entre estos pueden estar la sincronización de los procesos de expresión sexual, el tipo de ramificación, el tipo de reiteración, la pérdida de capacidad de regeneración, etc. La expresión de los cambios ontogénicos, a menudo tienen una estrecha relación con los aspectos ecológicos de los árboles, pueden ralentizarse, acelerarse e incluso invertirse en función de estos.


El rejuvenecimiento de los árboles

Los árboles son organismos en extremo complicados de definir, no es lo mismo entender cualitativamente que simplemente describir un fenómeno observable , por lo que la mayoría del conocimiento generado en la actualidad sobre los árboles, está más bien constituido por descripciones engorrosas cuya terminología enredada, se ve sesgada por la dimensión cultural y científica desde la que se realiza. Los árboles, como organismos altamente compartimentados, y cuya capacidad de regeneración es total, debido a que sus tejidos meristemáticos replican nuevas entidades morfológicas cuya capacidad construccional es capaz de reconstruirse por completo. Esto constituye una forma de reproducción asexual, aunque esta no esté independizada del todo de su entidad generadora,  esta simplemente se asimilará a una pared fisiológica del organismo madre, el cual gradualmente se convierte en una plataforma fisiológica que sostiene una colonia de reiterados, también conocida como plataforma colonial. De esta manera, el rejuvenecimiento de la entidad, se basa en el relevo y sustitución de tejidos y reiterados, lo cual mantiene vigente la capacidad embrionaria y funcional del organismo.

La muerte por destrucción

La probabilidad de morir por un accidente se hace mayor mientras los árboles están en un solo sitio. De esta manera es más probable que sean alcanzados por un rayo, un incendio, que les caiga otro árbol encima, un huracán o un fuerte viento, etc, por lo cual la destrucción aparentemente tiene más que ver con un accidente a lo largo del tiempo, que por un mecanismo meramente endógeno. Si un árbol es dañado severamente, queda en un estado de vulnerabilidad alto, que lo deja a expensas de ser atacado por agentes patógenos que por sí mismos no podrían matarlo si estuviera sano y fuerte. Un ejemplo de esto son los más grandes aliados del árbol: los hongos micorrízicos, los cuales generan la mayor fuente de nutrición del sistema de raíces del árbol desde que nace, proveyéndole acceso a nutrientes que no están disponibles para el árbol. Sin embargo, los hongos micorrízicos también poseen la capacidad de volverse patógenos, infectar y matar a un árbol debilitado. Aunque la mayoría de las veces, la muerte de un árbol se produce debido a múltiples factores y no a uno solo.
Los árboles rara vez encuentran las condiciones necesarias para mantener la estabilidad necesaria para que estos vivan por milenios. La competencia con otros individuos, los accidentes, los cambios ambientales, generalmente son los factores que impiden que una especie de árbol alcance estas impresionantes edades. Sin embargo, en algunas ocasiones alcanzan estos puntos de equilibrio, a través de los cuales transitan dentro de la dimensión del tiempo de manera indefinida. En estos casos, incluso hay individuos que se sobreponen a la destrucción, como un incendio por ejemplo. Esto sucede a menudo con árboles inmortales como el Pando; estimado en una edad cronológica aproximada de 80,000 años de antigüedad.

Los secretos de la inmortalidad: Autoclonación 

La forma se encierra en límites que tarde o temprano colapsarán… no importa cuántas capas le pongas encima. Gastar energía en autodestruir una estructura vieja y convertirla en nuevas rutas de escape hacia nuevos brotes que casi comienzan desde cero, será mejor que perecer. Clonarse antes de morir no solo es una gran estrategia para perpetuarse, sino que construir toda una comunidad de clones organizados como un ejército que avanza conquistando nuevos territorios, parece ser todavía mejor. Un batallón de clones fusionados por sus raíces se revela y doblega la mortalidad…. la estafan engañosamente en el arte de auto reemplazarse. Conformar un vasto imperio individual, altamente organizado, eficientemente comunicado e implacable en su ambición colonizadora, sin dudas es algo con lo que la muerte aún no sabe lidiar…

Constantemente engañada por el sigilo subterráneo de la reiteración, es como si un árbol pasara su alma a una yema y dejara que la muerte excavara en la madera buscando llevársela, para finalmente encontrar un tronco vacío… la han timado nuevamente… Esta es la estrategia militar de las plantas clonales… ¿Cuántos bosques ocultan su identidad como masivas colonias conformadas por un mismo individuo ? Definitivamente muchos más de los que pensamos… los dioses del bosque están ocultos en masivos organismos que cubren cientos de hectáreas.

Otra estrategia conocida que permite a los árboles alcanzar grandes edades, es aquella que utiliza raíces aéreas o adventicias para alcanzar nuevos puntos donde enrraizar, los cuales a su vez se van convirtiendo en troncos con el tiempo, de forma que la estructura aérea se apuntala indefinidamente colonizando territorios. No todos los árboles pueden hacer esto, las fotos ilustran a la especie Ficus benghalensis, pero otras especies, particularmente tropicales, lo pueden hacer.

Para muchos árboles, incluso caer no significa morir, repetirse y recrearse después de un evento catastrófico, puede incluso llevar a vivir mucho más tiempo del que normalmente hubiera vivido. 

Aclaración: Aún se desconocen los mecanismos completos que permiten a algunas especies expresar patrones de repetición aparentemente inmortales,  por lo cual esto no debe ser tomado como una generalidad, sino como una reflexión acerca de aquellos ejemplos que se conocen hasta la fecha, con sus explicaciones posibles. Existen algunas especies cuya supuesta esperanza de vida es corta, pero su capacidad de auto clonarse es infinita, pero existen otras que carecen de esta capacidad, por lo que su capacidad es mucho más limitada, y su condición mortal es mucho más evidente.

Autor: René Villanueva, Arborista de profesión y naturalista de vocación:  Mi pasión por la naturaleza comenzó desde edad temprana, apenas al año de edad, cuando por accidente descubrí que bajo las piedras había muchos animales invertebrados. Eso cambiaría mi vida y hasta hoy en día sigo siendo un buscador de especies bajo piedras, pero también ahora soy un conservacionista que lucha contra la devastación del mundo natural, particularmente en el territorio que me vio nacer: México.



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