Soy un árbol, perdón un árbol urbano.-
Soy un árbol. No, perdón, soy un árbol urbano.
Si fuera tan solo un árbol, viviría en un bosque o en una selva, y entonces mi vida estaría íntimamente ligada a los ciclos de la vida.
Pero soy un árbol urbano. Me trajeron a la ciudad, porque querían disfrutar de mi hermosura, de mi sombra.
Dicen que produzco oxígeno, que a ellos les es indispensable y que para mí es solo parte de un proceso maravilloso de respirar, producir azúcares en mis células gracias a la luz solar, que me hace vivir, y emitir agua y ese precioso oxígeno, que da sentido a uno de los ciclos de la vida.
Se que les doy muchas cosas preciosas, que filtro impurezas del aire que a ellos le son nocivas, que mis raíces evitan la erosión del suelo, que reduzco el calentamiento de la atmósfera, que mi follaje controla la contaminación por ruido, que les doy sombra, frescura y belleza, que les gusta descansar, jugar y abrazarse debajo de mis ramas.
Pero no es fácil vivir en la ciudad. Me plantaron en una llamada "re-forestación" Nadie se preocupo de mis necesidades ni de las de mis hermanos. De cada diez que plantaron, siete de nosotros murió por falta de riego y de atención. Yo sobreviví, pero mi tronco se ha ensanchado y apenas quepo en el espacio que destinaron para mi cuando era más joven.
El cemento empieza a encarnarse en mi corteza, y pronto lastimará mi parte más delicada que ellos llaman "cambium". Por donde sube el agua y sales minerales que absorbo y se distribuye el alimento que fabrico en mis hojas.
Mis raíces, no tienen mucho de donde proveerse, trataron de abrirse espacio en medio del suelo compacto y encontraron que abajo sólo había cascajos.
Me hace falta agua y trato desesperadamente de encontrarla, pero me acusan de meterme en sus tuberías. Como me hace falta aire, levanto discretamente el cemento que ellos colocan sobre mis raíces. Bueno, a veces no muy discretamente, pero las cortan tan pronto como pueden. No se dan cuenta que me dejan sin anclaje y que puedo convertirme en un peligro para ellos.
Lucho contra otros hermanos, a los que han plantado demasiado cerca de mí en otra re-forestación. Es que a ellos les gusta hablar de los millones de árboles plantados. Cada uno de nosotros trata de crecer lo más rápido posible para ganar luz, espacio y aire, pero hay especies que nos llevan delantera. Ganan los altos, aunque crezcan delgados y débiles, y los demás nos quedamos pequeños, inclinados hacia la luz, que es nuestro objetivo.
Pero cuando crecemos mucho, les estorbamos. Es que nunca se imaginan cómo vamos a ser cuando crezcamos. Dicen que les tapamos la luz, que les tiramos basura. Si supieran que nuestras hojas no son basura, sino otro material orgánico más, de otro ciclo de vida.
Dicen que vamos a ocasionar un corto-circuito, cuando nuestras ramas lleguen a los cables de luz.. Los cables ya estaban ahí cuando nos plantaron, y no pudieron calcular que un día los alcanzaríamos.
Y entonces dicen que nos podan. En realidad, nos mutilan de la forma más vil que puede existir. Nos quitan las puntas de las ramas, que es nuestra parte más vigorosa, entonces ya no sabemos hacia donde crecer y lo hacemos en forma desordenada.
Pero lo que es peor, es que nos dejan sin hojas, que son nuestra fábrica de alimento y en ocasiones morimos de inanición. Hay hermanos tan fuertes, que consiguen echar un rebrote. No por un vigor renovado, sino por un mero afán de supervivencia. Y ellos piensan que nos han hecho un bien con su poda.
Últimamente, les ha dado por podarnos al revés, dejándonos el tronco desnudo, sin ramas y un ridículo copete en la punta. Tal vez nos haga menos daño que el desmoche, pero afecta a nuestra estructura y nos desequilibra. A veces cuando tapamos con nuestro follaje algo que a ellos les es precioso, como el nombre de una tienda o un gran anuncio publicitario, destrozan nuestras ramas y las dejan por ahí, colgando.
Dicen que hay leyes contra eso, que hay leyes que nos protegen, pero son solo palabras que se pronuncian muy lejos de nuestro tronco y nuestro follaje, muy lejos de nuestras raíces.
No es fácil vivir en la ciudad. Y sin embargo les regalamos todas las maravillas de las que somos capaces. Sólo queremos, que en medio del infinito tráfico, ellos, los seres que se dicen humanos, hicieran un alto en su vida y pensaran que sus vidas serían tristes y áridas sin nosotros.
Que pensaran en nosotros los árboles, que estamos vivos y que nos dieran a cambio de lo que reciben de nosotros, la dignidad que nos merecemos.
fuente: http://agroportillo.lacoctelera.net/categoria/rbol-urbano
Paulo Coelho
Muy bueno, muchísima verdad en este relato.
ResponderEliminarEl autor fué alumno en uno de mis cursos.
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